A escasos cientos de metros costeando a poniente, nos encontraremos con una bella y peculiar cueva marina de muy fácil acceso, pero cuya altura no permite el acceso con embarcaciones medianas pero si de pequeños artefactos flotantes a remo o a nado.
Tal como indica su nombre, posee un inmenso agujero al final de su interior a cielo abierto que ilumina desde los primeros rayos de la mañana lateralmente hasta mediodía, de todas formas la apertura es tan grande y entra tanta luz que incluso en las últimas horas de la tarde queda bien iluminada.
Su entrada posee una boca de unos dos metros de alto por siete de ancho y su extensión en el interior es de unos veinte metros, desde afuera las iluminadas paredes y fondo harán intuir al navegante que hay una salida en ella.
La entrada a nado es de obligado cumplimiento por parte de los navegantes pues es tal su belleza, facilidad y no peligrosidad que hasta los niños se animan a adentrarse en esta bella formación geológica de millones de antigüedad.
La profundidad de sus aguas es de unos dos metros y medio en la entrada, pero a medida que uno avanza hacia el iluminado final, nos permitirá ponernos de pie y observar su majestuosa belleza de fondos rocosos y habrá que ir con sumo cuidado por la población de erizos existente en los fondos menos profundos que habitan antes de la salida a cielo abierto.
Buena Proa.